Hacía muchísimo tiempo que no me emocionaba tanto viendo fútbol. Yo creo que desde que el Valencia, cuando era un equipo y no un grupúsculo de niñatos consentidos dirigidos por un ceporro y presididos por gente indigna, hizo doblete en 2004. Pienso que ya no es una cuestión de colores, seas del Valencia o del Levante, levantarte de un salto de la silla, gritar un gol y festejar una victoria como si fuera la final de un Mundial cuando alguien se lo merece. Y a buen seguro que este equipo granota está poniendo a prueba mi máquina de fabricar emociones. Ayer, 3-1 al Getafe y con juego brillante en muchos momentos. Pero esto ya trasciende lo que es el fútbol, lo que hacen estos chicos va mucho más allá. Se entrenan como un cadete de colegio, les embargan la casa, alguno hasta pide dinero para poder comer o arreglar el coche y, cuando llega el domingo, saltan al campo como si fuera el último partido de su vida. Bravo por ellos.
La alegría fue doble porque abrió el marcador un gran chico, Juanma que, mientras otros siesteaban durante meses, se machacaba subiendo y bajando la banda. ¿Para qué? se preguntarán algunos, si el equipo estaba condenado al descenso. Ayer, espero que hubiera muchos ojeadores en la grada del Ciutat y que sitúen a este futbolista en el lugar que se merece que, al menos como persona, es bastante alto.
Luego, tocó sufrir con el Valencia. Padecer, se padeció poco, porque al poco tiempo el partido estaba más que sentenciado. Los jugadores, hartos de su entrenador, se han echado a la bartola en esta segunda vuelta y, cuando el tren de la Liga ha pasado por su estación, les ha pillado dormidos.´Si se desciende, jugadores (qué curioso que nadie tuviera molestias en la semana de la final de Copa), entrenador (con nueve millones en su bolsillo) y directivos, quedarán marcados por la vergüenza para la historia.
lunes, 21 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario