sábado, 26 de diciembre de 2009

Hasta otra

En estos días nos ha dejado uno de los grandes. Nos ha dejado, claro, entre comillas, porque sigue entre nosotros. Con pérdidas tan significativas me hago un poco a la idea de lo que los católicos entienden por ir al cielo: aunque ciertas personas se vayan en lo material, no las podrás olvidar en la vida, por el poso que te dejan y los buenos recuerdos indelebles, que te traen a la boca una sonrisa que te podría desencajar la mandíbula. Juanjo, mi abuela Juanita, mi tío Manolo, mi amigo Víctor, Javier Ormaechea. Este último, Javi, era una explosión de jovialidad, una inyección de vitalidad en vena, ni que decir tiene que el número uno en lo suyo, las relaciones públicas, una fuerza de la naturaleza y elegante hasta para irse. La última vez que hablé con él fue el 3 de diciembre, me llamó para felicitarme por mi santo. Yo le decía que no me llamo Francisco Javier, sino Javier, y él me respondía que eso es como llamarme Asís, porque no se puede partir en dos el nombre de Francisco de Asís. Sirvan estas líneas para decir adiós a un número uno. Hasta la próxima, tu amigo, por un día, Francisco Javier.

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