martes, 21 de octubre de 2008

Perdonen el retraso


Ante todo, disculpas por mi tardanza desde la última vez que escribí, no tengo perdón de Dios y, lo que me debería preocupar más, de los humanos. Ya conoceis mi legendaria tendencia al acomodamiento, algo que debería corregir porque el listón en esto de los blogs está muy alto y, sobre todo, desde la incorporación al mundillo literario de dos que pisan fuerte como pluma-afilada-Alberto y David, el fotero del amor. A partir de esta absurda e inconveniente reflexión, paso a relataros mi viaje (nuestro viaje, mi luna de miel con Olivia) por New York y Hawaii. Por cierto, aunque a Olivia al final le ha encantado la Gran Manzana, quien más fuerza hizo para viajar a esa gran ciudad fue un servidor. Cuando conté a la gente con toda la ilusión de un chiquillo cuál iba a ser mi destino de recién casados, más de uno me contestó que a NY se puede ir en cualquier momento de tu vida. Enhorabuena pues al que sea tan afortunado. Para mí, por si acaso, lo que va davant va davant, no sea que me muera y me quede sin ver esta maravilla mundial que es la ciudad de las 10 avenidas.

Llegamos cansados tras ocho horas de vuelo que se hicieron más llevaderas de lo que me imaginaba, quizá porque Iberia, aunque nunca verás un vuelo de esta compañía que salga con puntualidad, ameniza bastante sus viajes con buenas películas y no como American Airlines, que pone las cintas que descartan los de Autorex. Como he dicho, voy a ir al grano, aunque estos detalles sé que os gustan. Tras acomodarnos en la habitación, salimos a estirar las piernas el lunes por la tarde-noche y lo que experimenté al salir a la Séptima con Broadway es algo que no se me olvidará en la vida, con esos luminosos y esa actividad por las calles, mejor que en las películas. Y es que pasear por la Gran Manzana es como protagonizar una película, a cada sitio que mires te recuerda a algo que has visto en la gran pantalla. Puedes ir de compras a Sharks, la tienda a la que acudía Michael Corleone con Kay Adams a realizar las adquisiciones navideñas; o contemplar la fachada de la biblioteca pública con sus leones de piedra, donde un día Peter Beckmann y sus Cazafantasmas bajan cagando leches porque han visto a un espíritu y, al siguiente, matan al tío de Peter Parker por un atraco callejero; por no hablar de los grandes edificios sociales en Harlem donde Franck Lucas tenía a un centenar de tías despelotadas cortándole el caballo para venderlo en bolsitas que ponían 'Magia azul'.

No os voy a mortificar con todo lo que vi. Os podeis hacer cargo de ello. Lo mejor, la compañía. Lo peor, la comida, porque los americanos son muy guarros y te ponen platos desproporcionados. Con deciros que yo he llegado a dejarme comida sobre el plato... Por lo demás, todo son estereotipos, allí todo el mundo pasa de todos, nadie te mira aunque vayas con un flotador con la cara de zapatero en pelotas por la calle y tienen más libertad de la que se cuenta.

De Hawaii, un remanso de paz en donde todo el mundo es tan amable que incluso resulta excesivo aunque, claro, con las propinas que se llevan yo también pegaría cabotaes a todas horas. Playas espectaculares, muchos cócteles, musiqueta en la puesta de sol... Yo me sentía como Shell Oil junior en 'Con faldas y a lo loco'. En fin.

Tranquilos, no os mortifico más. A mí tampoco me apetece escribir, así que estamos todos de acuerdo. Para ser la primera vez que escribo en un mes, creo que es suficiente. Ciao.

PD: Gracias a los que os habeis acordado de mí y de este último mes tan feliz en vuestros blogs. Se agradece.

1 comentario:

Manuel García Santa Cruz dijo...

Llevas una chaqueta de CANADA en USA? Traidor!!