martes, 21 de octubre de 2008

políticos, POLÍTICOS


Ya he cumplido contándoos nuestro viaje a NY y Hawaii en los que me lo pasé teta, pero lo que me pide el cuerpo es guerra y escribir de otras cosas y otras preocupaciones. Al grano. Nada más aterrizar en Barajas, me desayuno (era primera hora de la mañana), además de un capuccino y una muffin de frutas, me entero de que el Estado, por orden del Banco Central Europeo (me la bufa de quién sea la orden) le ha soltado 100.000 millones de euros a los bancos, por todo el morro, por no se qué de la liquidez de no se qué y la confianza de no sé cuántos y la reactivación de la economía por mor de la jeta de los de siempre. Me parece uno de los hechos más graves que se han producido en nuestra democracia, dando por hecho que los bancos no van a devolver la pasta ni por saber morir. Vaya MORRO y nosotros con cara de gilipollas.

Ya sé que teóricamente esto tiene que redundar positivamente a la hora de conceder créditos y patatín y patatán. A otro perro con ese hueso. Los bancos, cuando hacen balance anualmente, siempre arrojan cifras astronómicas de ganancias, así que no veo yo la necesidad de soltarles por la cara 0'1 billones de euros que se podrían emplear en cosas más importantes o, simplemente, en ahorrar. No he visto al gobierno soltarle 100.000 millones al tendero de la esquina cuando ha tenido que cerrar su tienda o 100.000 millones al pobre currante que no ha podido pagar su casa y se la han quitado cuatro mangantes malnacidos con trajes de medio millón de pelas. Pero aquí estamos los españolitos, que nos venimos tan arriba cuando hablamos de política, a ver quién habla más alto en una reunión porque ése es el que al final se cree que tiene la razón. Y, a la hora de la verdad, sólo saltamos a la calle cuando se hunde un petrolero o cuando Aznar se da la mano con Bush por una guerra que ni nos va ni nos viene. Así nos está luciendo el pelo.

La única participación que nos dejan tener es una vez cada cuatro años. Entonces, el españolito que es más listo que los demás y chilla más que los demás en las tertulias políticas, va como un borrego a dejar la papeleta pese a que tenga que taparse la nariz cuando lee los nombres de los candidatos. Luego, estamos toda la tarde pendientes de la televisión a ver quién es nuestro nuevo mesías y, sobre las nueve, se asoma al balcón un tío con cara de gilipollas que no pasaría el test de inteligencia del libro gordo de Petete. Luego, aguantar cuatro años de precampaña, con tíos chillando consignas y peleándose aunque, a la hora de votar un aumento de sueldo para los diputados, éstos (PP, PSOE, hasta HB, todos de acuerdo) son amigos por un día y cierran filas. Asqueroso.

A un lado, tenemos al peor gestor de la democracia, José Luis Rodríguez Zapatero, con diferencia el presidente más pésimo que ha dirigido este país. Por el otro, al tío con menos decencia que me podía tirar a la cara que, después de perder dos elecciones, todavía tiene la cara dura de presentarse como candidato a una tercera que va a perder FIJO. De los otros partidos casi ni me merece la pena hablar porque son residuales y, además, los nacionalistas son los únicos que nunca engañan a nadie. Lo que pasa es que los dos grandes partidos no tienen arrestos para cambiar la ley electoral. ¡¡¡Pero si ni siquiera aprovecharon la última disolución de las Cortes para abolir la Ley Sálica!!! Cuando Leticia tenga un niño, entonces todos corriendo, todos discutiendo para que al final Jaime Peñafiel se haga de oro de tertulia en tertulia opinando quién debe sentarse en el trono de pin y pon.

Después de pelar a los políticos a cuenta de las crisis económica, no quiero dejar pasar la oportunidad de mostrar mi total repulsa a los líderes sindicales. Con la que está cayendo y ahí los tienes, que ni aparecen ni se pronuncian por no ofender, bien apesebraditos. No sé si, con 30 años, soy joven o mayor, pero tengo la suficiente memoria para recordar grandes manifestaciones con señores de los pies a la cabeza como Nicolás Redondo o Marcelino Camacho montándole un pifostio (y dos y tres y cuatro) de tres pares de narices a Felipe González. Otros tiempos, otras personas, otros valores, otras inquietudes, otros ideales. El primero de ellos, Redondo, siendo diputado del PSOE a finales de los 80, votó en contra de unos presupuestos generales del Estado y, después, renunció a su acta de diputado dejando a Felipín con cara de tonto. Con dos cojones. A ver quién se atreve a hacer eso ahora. Nadie, porque los políticos viven de la política y, muchos, fuera de ella, no sabrían ni hacer la 'o' con un canuto.

Salvando las diferencias ideológicas que pueda tener con cada uno, ya no nacen políticos de raza como Julio Anguita, como Manuel Fraga, que no temían decir lo que pensaban y en lo que creían porque su trayectoria política e intelectual les avalaba. Ni que decir tiene como Adolfo Suárez. Aparte de todo lo que hizo por este país y que nadie le agradece ya, para avalar su carrera de gran estadista sólo hace falta una imagen: verlo de pie en el Congreso el 23-F con los militares pegando tiros, mientras el 99 por ciento restanto de diputados (incluyendo Felipe, que se tiró como una rata) se escondían detrás de sus escaños, me enorgullece. Quizá lo del Alzheimer ha sido un regalo del dios de los políticos, que no quiere que Adolfo sea consciente de todo lo que está sucediendo, porque le haría llevarse las manos en la cabeza de lo patético de la situación.

Lo siento por la perorata pero, desde que baje del avión, tenía ganas de escribir esto. A algunos no les interesará, a otros sí, pero yo me he quedado muy a gusto y más ancho que largo.

PD: Me produce auténtica lástima escuchar a gente que conozco, adalides del socialismo, que hace un par de años te soltaban el discurso del progresismo como bondad universal, oirlos ahora rajar de Zapatero sólo porque tienen que empezar a apretarse el cinturón por culpa de la crisis. Me da pena, qué quereis que os diga. Sucio y perro dinero en esta vieja ramera que es España.

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