miércoles, 4 de junio de 2008

Aquella sonrisa que nos hizo soñar

Tras estirar el chicle más de la cuenta, mis Detroit cayeron con honra en las finales del Este y, ahora, toca presenciar una histórica serie final entre Boston Celtics y Los Ángeles Lakers. Poco sé de baloncesto y no me atreveré a profetizar sobre este deporte para que no me caneen en la redacción, así que no hablaré de básket, sino de sentimientos. ¿Que quién quiero que gane...?
Recuerdo aquel mes de noviembre de 1991 como uno de los más tristes de mi infancia. Sólo recuerdo que fue un jueves, yo me disponía a ir a clase en los Salesianos y me dijeron que Magic Johnson se retiraba del baloncesto por culpa del SIDA. Se me cayó el mundo a los pies. En aquellos tiempos de controversia sobre quién era mejor, si Jordan o Magic, yo me decantaba por el sonriente base amarillo, no porque fuera superior, que estaba claro que 'Air' era insuperable, sino por lo que significaba. Magic era la sonrisa, la búsqueda de la ilusión, la demostración de que nada es imposible si encuentras el recoveco indicado por el que colarte y seguir adelante. Sus asistencias imposibles no eran sino una alegoría de la propia vida. Con su lucha por sobrevivir y volver a jugar en 1996, no hacía sino pelear porque todos siguiéramos felices y optimistas.
Como antes decía, Jordan ha sido el mejor deportista y atleta de todos los tiempos, eso lo defenderé aquí y en China. Posiblemente Larry Bird también fuera superior a Magic, pero Earvin Johnson era especial, era diferente y, por eso, para mí era el número 1. El otro día estuve viendo el quinto partido de la final del Oeste entre L.A. y los San Antonio de mi idolatrado Tim Duncan (otro jugador de otra pasta) y volví a ilusionarme viendo jugar a Kobe Bryant. Existen magníficos jugadores como Garnett, LeBron, Howard o el mismo Duncan y otros diferentes como Kobe, de los que te hacen soñar, de los que marcan época y de los que, por sí solos, como hicieron Larry, Jordan y Magic, pueden levantar todo un deporte como el baloncesto.
Por la sonrisa de Magic y sus dedos vendados, por las gafas protectoras de Worthy, el pelo afro de Green, el sky-hook de Kareem, la barba de Divac, la suspensión traidora de Robert Horry... espero que ganen los Lakers. Hoy, como ayer, Boston sigue siendo igual de frío. La diferencia, ahora tienen el talento del talonario y, entonces, un talento de ensueño. Bird parecía tan patoso como luego eléctrico y nos demostró que un zancudo blanco, rubio y con bigote podía pasar por encima de cualquier musculoso moreno. Guardo también un excelente recuerdo de los kilométricos brazos de Robert Parish. A su gran calidad y dominio de la pintura, el 'Chief' sumaba una mirada que dejaba helados a sus contrincantes. McHale, Danny Ainge... Con todo esto en la balanza y, con el recuerdo del gran Magic en la mente, espero que ganen los dorados californianos aunque, si vence Boston, me alegraré por mi amigo Damiá, que está como un niño con zapatos nuevos. Que gane el mejor, es decir, Kobe.

PD: Quizá ahora los jugadores estén mejor preparados atléticamente y sean muy espectaculares, pero nunca olvidaré que, hace mucho tiempo, soñé con surcar los cielos como Dominique Wilkins; soñé con ser Charles Barkley y elevarme para destrozar una y otra vez el tablero del patio de mi colegio; quise parecerme a Karl Malone y ser el cartero que siempre llama dos y tres veces a tu puerta; ser Bill Laimbeer para meter triples con una parábola imposible; o pedirle prestados a Jordan los muelles de sus botas para brincar y poder dormir siempre un poquito más cerca de las estrellas.

1 comentario:

Manuel Andrés Zarapico dijo...

Me has emocionado, Javi. Compartimos sin saberlo muchos de esos recuerdos, y aunque siempre le fui fiel a los chicos de verde, me gustaría ver cómo los angelinos recuperan el fulgor de tiempos pasados.